Pues si señoras y señores, quien me lo iba a decir, nuestra selección nacional de fútbol ha hecho historia. Tantas veces nos hemos llenado de falsas ilusiones en el pasado, tantas como las que hemos tenido que ocultar nuestra desilusión. Cardeñosa, Zubizarreta, Luis Enrique, Camacho han sido vengados, y ha sido de la manera mas dulce, con sufrimiento, eso no podía faltar, pero es que sino no seriamos España. Esta final ganada a Holanda (¿Quien ha convertido a la naranja mecánica en un melón asesino?), ha demostrado dos cosas, una que a veces el final puede ser feliz y que nos da igual quien haya metido los goles, hemos aplaudido por igual los goles de un asturiano, que los de un manchego, que los de un catalán, o las paradas de un madrileño, sin olvidarnos de los canarios, vascos, andaluces, etc. Las lágrimas que derramé en el momento que Iniesta colocaba la pelota en el fondo de las mallas, no eran por mi (vale si un poco, si), eran por todos los mios que no han podido verlo. Nuestra camiseta ya tiene esa estrella que ya llevaba en nuestros corazones.
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